Rodrigo.

«Tenemos un crío en primero básico (6 años). Ambos padres drogadictos. Vive con la mamá. El padre está ausente económica y afectivamente de la crianza. La mamá «carretea» toda la noche en la casa y cuando el niño despierta, lo tira a la calle. Ahí una vecina le da un pancito, otra una taza de té y así malvive. Sufre maltrato físico y psicológico.

La mamá consumió pasta en el embarazo. Se viene solo a la escuela, cuando quiere. Tampoco lo llevan a controles médicos.
El niño llega sucio, mal oliente y SIEMPRE tiene hambre. Es un animalito: le pega a sus compañeros, les roba la colación, destruye mobiliario, se escapa. Come con la mano, muchas veces ha orinado y defecado en el patio. Si uno se acerca y le toca la cabeza o le toma la mano, se derrite y dice «¿me quiere, tía? yo la amo».
Esta semana ingresará a un hogar del Sename donde terminará de construir su realidad. Salvo excepciones, no tiene futuro.

De aquí a 10 años, cuando Rodrigo mate a alguien en un asalto, «los chilenos decentes» saldrán a juzgarlo y a pedir mano dura y pena de muerte para todos los Rodrigos de Chile. Muchos nos contarán que también fueron pobres (ojalá sólo hubiera una clase de pobreza) y dirán que Rodrigo es grande, que a los 16 puede elegir. Les pregunto, ¿qué ha elegido él hasta ahora? ¿Cuáles son sus opciones? ¿Puede decidir que va a ser «bueno» o «malo»?

Les pido que con la misma vehemencia que defienden el proyecto Aula Segura y Ley Gatillo Fácil , defiendan a los Rodrigos. Con la misma pasión que protegen a un embrión, protejan a los que ya nacieron. El proyecto Aula Segura quiere meter la basura bajo la alfombra. Y ningún niño es basura.»

Del Twitter de Maura Iorio, profesora de Educación Básica en Limache.
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