Un joven de apenas 18 años, con la vida aún por desplegar, fue arrancado de su cotidianidad para ser internado en un sistema que lo trata como un criminal. Hablamos de Benjamin Marcelo Guerrero‑Cruz, estudiante chileno y residente en Los Ángeles, quien fue detenido el pasado 8 de agosto por agentes federales de ICE mientras paseaba a su perro en Van Nuys. The Guardian+3ABC7 Los Angeles+3cbsnews.com+3
Docentes y miembros de su comunidad escolar levantaron la voz en protesta por su detención y las condiciones a las que está siendo sometido.
“Lo tratan como a un prisionero; no puede ir a ningún lado, no puede hacer nada. Quiere salir”, declaró Lizette Becerra, su profesora. ABC7 Los Angeles+1
Esta no es una simple sanción por una infracción menor: su estancia en custodia de ICE se prolonga por meses, en instalaciones de detención donde jóvenes como él son aislados, trasladados sin previo aviso a otras jurisdicciones, y sometidos a un trato que vulnera su derecho a la educación, a la dignidad y al acompañamiento familiar. Los Angeles Times+1
En la escuela a la que estaba por ingresar, docentes y compañeros soñaban con verle terminar su último año y graduarse como cualquier otro.
“Quiero que termine su último año de instituto, que lo disfrute como cualquier otro chico de 18 años … y que se reúna con su familia”, afirmó el profesor Ron Gochez. cbsnews.com
Pero en lugar de eso, Benjamin está atrapado en un limbo institucional. Su familia no fue debidamente informada cuando fue trasladado fuera de California sin aviso. Los Angeles Times+1 Para muchos, este caso representa una flagrante falla del sistema: un joven en plena adolescencia, sin historial criminal, detenido por haber excedido el plazo de su visa; sin embargo, el castigo ha sido desproporcionado y deshumanizante. newsweek.com
La escuela y la comunidad no se quedan en silencio. “Mientras él esté ahí, nosotros vamos a estar aquí… hablando de él, exigiendo su liberación”, declararon Becerra y otros docentes. The San Fernando Valley Sun Este clamor evidencia que no se trata únicamente del futuro de Benjamin, sino de la integridad de un sistema que permite que la detención de un estudiante se convierta en un símbolo de miedo entre otras familias inmigrantes. Una chispa para una reflexión que urge: ¿en qué momento un niño, un joven que solo quiere estudiar, se transforma en “preso” por caminar con su perro?
La exigencia es simple y clara: que se reconozca la humanidad de Benjamin y se le permita volver a clases, a su familia, a su vida. Que su caso no quede como una nota más, sino como un giro hacia la justicia. Mientras tanto, la escuela, la comunidad y la sociedad exigen respuestas.


